Conocer matrimonios exitosos suele generar un impacto especial, provoca
curiosidad saber cómo dos personas pueden llevar, no sólo de manera
“sana” sino incluso atractiva y en armonía, una relación tan compleja
como es el matrimonio. De un tiempo a la fecha, nos hemos llenado de
literatura, a veces científica y otras más sólo divulgativa, acerca del
amor, la pareja y el matrimonio; también hemos visto desfilar en
diversos programas de televisión, radio y en las propias redes sociales,
personas interesadas en hablar del tema, en algunas ocasiones
abordándolo con aproximaciones serias y con mayor conocimiento y otras
más, desde una postura que pareciera más bien, el reflejo de sus propias
experiencias en dicha materia.
Lo que no puede negarse es que existe interés generalizado en conocer las maneras más adecuadas de sortear la difícil vida matrimonial, inclusive muchas personas no se conforman sólo con un “manual de supervivencia”, sino que ambicionan legítimamente más, desean que sus matrimonios duren, desean ser felices en esa elección y buscan que el matrimonio se convierta en un camino de satisfacción y realización personal para quienes han decidido abrazar ese llamado. Si bien es cierto, que el sólo deseo que el matrimonio marche “viento en popa” no genera muchas veces allanar la difícil, en ocasiones, vida matrimonial y familiar, también es cierto que el tener acceso a dicha información no garantiza en todos los casos, que un matrimonio logre en la práctica cubrir todos los aspectos que parecían tener claros en teoría.
Una clave importante para el éxito en el matrimonio parece apuntar hacia una doble consideración, es decir, se requiere ciencia y arte, conocimiento y voluntad, inteligencia e intuición, razón y corazón. Son muchos los factores que pueden propiciar la ruina de un matrimonio, algunos de estos elementos son previos inclusive a la celebración de éste, es decir, se encuentra el fallo en la propia “elección” de pareja, donde por ignorancia o inconciencia no se dimensiona que de dicha elección pende el proyecto más profundo y de mayor trascendencia en la vida. Otros factores emergen en el propio curso de la vida matrimonial y pueden guardar relación con las crisis y retos que se presentan en cada etapa de la vida personal, matrimonial y/o familiar; y, por último, pueden también surgir factores que dañan el matrimonio y que parecen brotar, aparentemente, no de la dinámica interior de la pareja, sino más bien, como resultado de una influencia externa a la que se le permitió cobrar peso y fuerza contra la misma relación, en estos últimos factores, podrían situarse las relaciones personales y laborales de cada cónyuge que muchas veces resultan profundamente incompatibles con la vida matrimonial.
Sin embargo, con el deseo de aportar algunas claves que faciliten el éxito en el matrimonio, se indicarán a continuación algunas de ellas que, si bien es cierto, no son las únicas, se tiene la convicción de que fomentarán satisfacción y plenitud al interior de dicha relación. Lo más importante como cualquier “proyecto” de larga envergadura será la disposición, dedicación y constancia que se conceda en la vivencia de cada una.
1. La primera clave: El triángulo del conocimiento
Se requiere un triángulo en el que cada vértice sea un ámbito indispensable de conocimiento para el amor matrimonial. En la cúspide (primer vértice y punto alto del triángulo) estaría el conocimiento sobre la naturaleza del matrimonio, sobre la verdad del amor conyugal y sus virtudes esenciales como el compromiso, donación, reciprocidad, totalidad, exclusividad, trascendencia, benevolencia y perdón, que permitirán que dicho amor genere grandeza en quienes lo viven. En el segundo vértice, se debe ubicar el conocimiento de sí mismo: virtudes, defectos, limitaciones, motivaciones, aspectos más radicales de la identidad personal, y finalmente, en el tercer vértice se encontraría el conocimiento del otro, el esfuerzo serio y generoso por conocer y amar con realismo a aquella persona con quien se compartirá íntimamente la vida. En este ejercicio de autoconocimiento y conocimiento del “otro” será importante saber distinguir y respetar las diferencias, las limitaciones e inclusive reconocer los defectos, para ello se requiere un tipo de relación previa al matrimonio y con mayor razón durante el matrimonio que genere espacios y vivencias de intimidad, conocimiento y unión.
2. La segunda clave: Amor oportuno
La tarea central es generar intimidad y proximidad. El respeto y el cariño son el modo natural de “hacer matrimonio” y de “estar en el matrimonio” congruente con el “ser matrimonio, es decir, ser esposos”. Ser esposos conlleva fecundidad, entendida, como la tendencia a dar vida en tres dimensiones: 1. Física: Mediante la apertura a la vida y la llegada de los hijos, entregarse al otro mediante el servicio cotidiano; 2. Emocional: Mediante un trato amable, respetuoso, dando muestras permanentes de cariño y, 3. Espiritual: Sentido trascendente del amor conyugal y disposición a convertirse en mejores personas a través de un amor cada vez más perfecto, que en ocasiones conlleva la renuncia y el sacrificio. El amor siempre tiene un gran sentido de “oportunidad” pues se ama en la intensidad y profundidad que necesita el “otro” en cada momento.
3. La tercera clave: Futuridad del amor
La persona humana es el único ser capaz de poseer una condición llamada “futuridad”, es decir, proyectar su vida en el tiempo, soñar, visualizarse a futuro, anhelar y trascender. Esta es una clave indispensable en el matrimonio, es anhelar ser matrimonio siempre, visualizarse unidos y tener presente que del éxito del matrimonio depende tu plenitud y realización, pero también la de tu cónyuge y la de tus hijos. Es por ello, que el matrimonio ofrece un proyecto vital de largo recorrido que trasciende incluso a los propios cónyuges tras su muerte por la historia familiar conformada en los hijos y en las futuras generaciones surgidas del amor de una pareja. Además, se ha comprobado científicamente, que la vivencia plena del matrimonio otorga a los cónyuges una satisfacción al final de sus vidas que no tiene comparación con ninguna otra, porque como diría Aristóteles al definir la felicidad, ésta es la contemplación de todo el bien acumulado.